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Varios ciudadanos pasan las horas durante la jornada del apagón el pasado lunes. EFE
Y tras el civismo, ¿ahora qué?
Apagón

Y tras el civismo, ¿ahora qué?

Tres expertos debaten sobre el respetoa la convivencia exhibido tras el apagón y si éste desembocará o no en la exigencia de responsabilidades por la gestión

Álvaro Soto

Madrid

Sábado, 3 de mayo 2025, 00:04

En contraste con las series de las plataformas, donde un acontecimiento apocalíptico desata el caos más absoluto, los españoles desplegaron el lunes altas cotas de civismo durante el gran apagón. No hubo disturbios, los peatones cruzaron las grandes avenidas sin atropellos y hasta el acopio de alimentos, linternas y radios se realizó con bastante orden. Mientras, las terrazas llenas ofrecían una imagen de cierta despreocupación colectiva. ¿Saca la sociedad española lo mejor de sí misma cuando ocurre un acontecimiento inesperado que exige respeto a las normas? ¿O es esa especie de indolencia nacional, a la vez, un freno a la hora de exigir responsabilidades públicas por un hecho tan grave como el del lunes?

«Estoy un poco atónito por esa percepción de que, si ocurre un apagón, la civilización va a colapsar y la gente se va a poner a saquear, y más en una crisis con una duración temporal muy pequeña», se sorprende el politólogo Pablo Simón, que pelea contra la idea de que la sociedad española sea «pseudoheredera del Lazarillo de Tormes; es decir, que cuando algo va mal, todos se van a comportar mal». «A grandes rasgos, somos una sociedad civilizada, como las de nuestro entorno, y no cabe esperar un comportamiento diferente al que tuvimos», señala el profesor de la Universidad Carlos III, que valora «la particular aversión que la sociedad española tiene hacia la violencia a causa de su historia». «En una situación así, todos pensamos en contactar con nuestros seres queridos y ayudar, y que todo pase lo más rápidamente posible, y no en otras cosas», asevera.

El europeísmo de los españoles y el buen tiempo fueron, en opinión de Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la UNED e investigadora de Funcas, un antídoto frente a tentaciones maximalistas durante el apagón. «Vimos que la situación no afectaba a otros países de nuestro entorno e interiorizamos que al formar parte de la UE, estábamos protegidos. Y el apagón ocurrió en un día cálido y soleado, lo que indujo a mucha gente a salir a la calle y a compartir impresiones con compañeros y vecinos», subraya la experta, que alude también a la vivencia recurrente de eventos «excepcionales». «La repetición de acontecimientos extraordinarios que afectan a todos (pandemia, Filomena, dana, el volcán de La Palma) puede provocar un efecto de saturación, pero también de amortiguación de sentimientos de alarma y preocupación», dice la experta. «Nuestro modo de socializar, con ironías y bromas, hizo que en este caso no nos sintiéramos responsables de lo ocurrido, sino al contrario, descargados de responsabilidad», señala Chuliá, que cree que los españoles combinan «el humor con una suerte de resignación providencialista».

En la palabra 'resignación' coincide Elisa de la Nuez, abogada del Estado y secretaria general de la Fundación Hay Derecho. «Al principio, nos preguntamos qué ha pasado, pero enseguida pensamos que no ha sido para tanto y más tarde se nos olvida. Y no, hechos como este son gravísimos, y tenemos que admitir que fallamos en esa segunda parte, la de la exigencia de cuentas», lamenta.

En su opinión, el civismo del primer momento debe evolucionar hacia una mayor exigencia de responsabilidades. «Desde la sociedad civil vemos que a la gente le cuesta muchísimo ponerse las pilas en estos casos», describe De la Nuez, que apunta dos vías para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho a recibir información fiable sobre este y otros acontecimientos. «En primer lugar, están los medios de comunicación, que juegan un papel muy importante. Pero además, cada uno de nosotros debemos organizarnos como sociedad civil. Existen instituciones de transparencia que deben proporcionar datos reales y siempre hay organizaciones que ante tipo de sucesos, exigen explicaciones en términos comprensibles», destaca la directora general de Hay Derecho, a la que no le parece suficiente «salir a manifestarse para pedir la dimisión de un Gobierno o votar cada cuatro años». «El rifirrafe partidista es muy cómodo para los partidos», sostiene.

«Con antorchas»

Discrepa de esta opinión Pablo Simón, que cree que «la exigencia de responsabilidades políticas se debe dilucidar entre los responsables políticos». «No podemos esperar que la gente salga a la calle con antorchas para pedir la cabeza de Beatriz Corredor (presidenta de Red Eléctrica)», sostiene Simón. A su juicio, la manera de los ciudadanos para expresar su indignación y fiscalizar la labor de los políticos es «el voto». «Y en estos casos, debería ser compatible no salir a saquear comercios con esperar un poco para conocer qué ha pasado», agrega el politólogo.

Para Elisa Chuliá, el interés de la población por conocer los detalles de eventos como el del lunes se agota «en 48 horas». «Resuelto el problema práctico (la falta de electricidad), lo más habitual es que cada cual vuelva a lo suyo. El trasiego de noticias en nuestros días es tan elevado que ni siquiera las más relevantes duran mucho en el debate social. Apenas unos días después del apagón más masivo y prolongado que ha vivido España, parece que la preocupación por saber lo que pasó y pedir responsabilidades se localiza, sobre todo, en el ámbito de los medios y de los expertos», comparte la socióloga.

Chuliá distingue ese nivel, el del debate en el ámbito partidista, de otro, más pegado a la calle. «Entre compañeros de trabajo, amigos, vecinos y demás gente con la que nos relacionamos es poco probable que, pasado un breve periodo de tiempo, las conversaciones giren sobre el apagón, sus causas y consecuencias».

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