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El 31 de agosto, Gonzalo Casas Martínez cumplía 17 años. Celebró esa tarde en el campo del Gernika. Una semana después, a las 17.45 ... del 8 de septiembre, en el minuto 80 del partido en el que el Alfaro ganaba 1-0 al Izarra, debutaba en Segunda Federación. «Es un premio que en ninguna cabeza cabía. No me esperaba para nada jugar esta temporada en el primer equipo y, además, lograr el sueño de la permanencia», sonríe el jugador más joven de los equipos riojanos en el grupo 2 de Segunda Federación.
Formado en la escuela de fútbol alfareña desde prebenjamines, su historia con el primer equipo comienza con la sencillez de ser recogepelotas. Sobre todo en las temporadas de 2020-2021 a 2022-2023, cuando su padre, Quique Casas, era el segundo de Israel Villarreal en el banquillo. Años en los que, siendo cadete, ya despuntaba y jugaba con el juvenil blanquillo.
En agosto de 2023, en la campaña en la que el Alfaro regresaba a Tercera, Casas comenzó la pretemporada con el Juvenil Nacional. Pero el entrenador del primer equipo, Óscar Gurría, le llamó para convocarle. El 15 de octubre de 2023 se estrenó en Tercera con 16 años ante el Balsamaiso. «Se me hizo casi fácil debutar -recuerda-. Llevaba mucho tiempo con el equipo junto a mi padre, viendo a los jugadores entrenar, algún día me metía en los rondos… Me conocían todos. Comencé a entrenar los jueves con el primer equipo y me alegró mucho debutar». Casas robó un balón, se lo cedió a Diego Lacruz y la jugada acabo en un córner en el que Rubio puso el 4-0.
Aquel chaval que era recogepelotas con 13 fue, tres años después, un pilar fundamental del Juvenil y un habitual del primer equipo. Compartía vestuario con los jugadores a los que unos meses antes daba balones rápido… o despacio, según pedía el partido. «Me era impensable que, en apenas cuatro años, he pasado de ser el recogepelotas que daba el balón para ganar el partido a, ahora, ser yo el que se lo pide a mi primo Juan… No lo esperaba tan pronto», sonríe.
De ahí, el gran salto lo ha dado esta temporada. Desde la pretemporada, el club le anunció como jugador del primer equipo, junto a Nacho Cuartero. Se planteó hacer la pretemporada con el primer equipo como una oportunidad de sobresalir después en el juvenil. De los dos canteranos, Casas ha estado presente semana a semana en todas las convocatorias, ha sido titular en cinco partidos… El primero en el once, un partido redondo y feliz con victoria 4-2 ante el Utebo. Todo ello siendo Juvenil en una liga de jugadores profesionales. «Hemos normalizado jugar con 17 años en Segunda Federación -valora-. Es algo que hemos hablado mucho en mi familia. Como he estado de principio a final, como me fui integrando como parte del vestuario en el día a día, se ha normalizado a lo largo del año. Pero ha sido especial ser parte y tener minutos importantes en un equipo que ha conseguido su objetivo en Segunda Federación a falta de tres jornadas».
En ese vestuario, se ha sentido uno más. «La edad sólo la han visto para meterme el primero en los rondos», bromea. «Una vez que entrenas y estás en el campo, eres uno más. Y los jugadores te ven como uno más: tienes que chocar igual de fuerte, tienes que tener el balón y aportar como uno más… Si estás aquí, es porque te lo mereces», describe agradeciendo el apoyo que ha recibido, en especial de jugadores que entrenaron con su padre y que le han visto crecer (Íñigo Jiménez, Diego Lacruz, Pinillos o Fer Rubio). Eso sí, afirma que todo ha tenido un por qué: «Me lo he trabajado mucho: he entrenado como el que más, era el primero que hacía las pesas, me quedaba el último entrenando… El fútbol es mi pasión. Cuando tienes la oportunidad de estar cerca de un mundo tan profesional, te gusta y lo das todo», asiente. Ese «buen rollo, la amistad y ser una piña» que hay en el vestuario es, a su juicio, la clave del logro del Alfaro de esta temporada.
Eso sí, vivir esta temporada histórica le ha supuesto renunciar a muchas cosas que viven los chicos de su edad y organizarse para poder abarcar todo. «Compaginar 2º de Bachillerato y entrenar cuatro días a la semana y jugar ha sido complicado, por momentos agobiado, pero me fui creando mi rutina para llegar a todo -explica apuntando que ha habido buenos resultados en las calificaciones-. Aunque me he perdido muchas cosas, no me ha importado sacrificar el salir de fiesta porque era lo que quería hacer para sentirme física y mentalmente bien, al cien por cien. Mis amigos me han apoyado, comprendido y me han ido a ver muchos partidos».
Detrás de su mentalidad, está su familia, muy vinculada al deporte: su padre, que jugó con Osasuna y entrenó al Alfaro, o su hermana Lidia, capitana del Primera Nacional de Unibasket. «El entorno es muy importante, tanto en casa como en los amigos cuando vayan las cosas mal o bien -agradece-. Mi padre me da muchos consejos y experiencias de fútbol y técnicas, mi madre prima la salud mental, el descanso y la alimentación, mi hermana me apoya siempre desde Logroño, mis abuelos llevándome a cada entrenamiento…».
En unas semanas, hará la EBAU. Su futuro como estudiante le alejará de vestir de blanquillo. Pero aspira a poder continuar viviendo la experiencia del fútbol, a ser posible la de División de Honor, a la vez que estudia Magisterio o Administración y Dirección de Empresas. Ofertas no le faltan. Y todo con lo aprendido en esta temporada tan importante: «Lo que más me ha sorprendido es estar en un vestuario profesional, cómo ves que la gente viene a entrenar y a ganarse el puesto porque quieren jugar el domingo, además he mejorado la gestión de los nervios y, en lo futbolístico, saber colocarme, el juego de pies, aéreos… He aprendido a un nivel y ritmo superiores», agradece.
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