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La elección del cardenal Prevost como Papa marca un hito para la orden de los agustinos. Es la primera vez en la historia que ... el sumo pontífice de la Iglesia católica profesa la Orden de San Agustín, instituida en 1244 por Inocencio IV. La sede central de los agustinos en Roma está al lado del Vaticano, en la vía Paolo VI. Entre su casa y el acceso a la plaza de San Pedro solo hay un paso de cebra. A 1.780 kilómetros de Roma, en San Millán de la Cogolla, los agustinos mantienen con vida el monasterio de Yuso. Su actual prior, José Ramón Pérez Sáenz, convivió con León XIV dos años en Roma, entre 2000 y 2002, cuando el fraile de Manjarrés era estudiante y Prevost, prior general de la orden. Luego sus caminos se separaron, aunque siguieron viéndose en otras ocasiones.
- ¿Cómo recuerda aquellos dos años con Robert Prevost?
- Vivíamos en la curia, al lado del Vaticano. Nosotros teníamos una casa en la Vía Sixtina, pero la estaban restaurando entonces y nos fuimos a vivir ahí. Él era entonces el prior general de la orden.
- ¿Qué recuerda de él?
- Era un hombre muy sencillo, muy cercano. Buena gente.
- ¿Cómo era su día a día?
- En la curia, se levantaba por la mañana temprano. Luego participaba en la eucaristía comunitaria e iba atendiendo los asuntos que dependían de su mando... Eso cuando estaba ahí. Porque uno de sus trabajos era visitar las comunidades de las orden. En seis años, tenía que visitarlas todas. Una tercera parte del año se pasaba de viaje para apoyar a las comunidades de religiosos y animarles a cumplir los propósitos del sexenio. Pero siempre lo vi muy cercano. A pesar de que tenía un cargo alto, en todo momento se mostraba muy servicial, quizá porque venía de las misiones. Mantenía ese gusto por el trato con la gente humilde.
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- ¿Cree que seguirá la linea de Francisco?
- Sí. Hay que recordar que lo nombró obispo Francisco. Solo lleva siete u ocho años de obispo y año y medio de cardenal. Él continuará con esa idea de la sinodalidad, del apoyo de todos, de la corresponsabilidad; ese convencimiento de que los obispos están para servir, para atraer a la gente que está más lejos. Así que en ese aspecto será igual: mantendrá ese esfuerzo por acercarse a la periferia y para que todos los cristianos se sientan importantes en la Iglesia. Y además todo eso se demuestra con una coherencia de vida. Y lo mismo cuando hablamos acoger a quienes han sufrido abusos por parte de los religiosos.
- ¿Qué supone para una orden con nueve siglos de vida tener al primer Papa agustino?
- Cardenales hemos tenido bastantes, pero Papa es el primero, sí. Es un gran honor. Creo que así podremos seguir aportando lo que nos pedía san Agustín: amar a la Iglesia, vivir por la Iglesia, sentir con la Iglesia. Nos ayudará a todos para conseguir que esta reforma que ha iniciado el papa Francisco pueda seguir adelante.
- De aquellos años en Roma, ¿le recuerda alguna afición? ¿Seguía con las matemáticas?
- (Ríe) Leer sí le gustaba. La formación siempre le ha interesado. Y darse sus paseos por ahí. Pero lo que más recuerdo es que le gustaba estar con la gente, con nosotros. En las celebraciones, en los cumpleaños, en la Navidad. Él siempre estaba ahí en esos momentos, sabía estar cercano. El hecho de que hable tantas lenguas, además, lo hace un libro abierto. Se ha ido acomodando a otras culturas, a otras mentalidades. Eso es algo muy característico de los agustinianos: el sentir con la gente, el renunciar a lo que uno es para poder ser con el otro.
- No parece muy estadounidense, al menos según los tópicos.
- No... De entre los cardenales de allí, el que menos. Ha vivido mucho tiempo fuera, con otras culturas, y eso le ha abierto un horizonte muy amplio. No es en absoluto cerrado.
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