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En un acto organizado por la asociación La Bitácora XXI, el exfuncionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA en 1996 y ... liberado 532 después, llenó el salón de actos de Ibercaja para hablar, como anticipó, «ni de política ni de geoestrategia, solo de mis reflexiones personales acerca de cómo interpreto el momento que me toca vivir». Se reconoce liberado también en el plano emocional tras ser el protagonista del secuestro más largo de la banda en un mes de julio de 1997 que marcó una profunda huella social de condena hacia el terrorismo. «Perdono pero no olvido», puntualizó no sin antes precisar que el acto de perdonar es lo que más le ha costado. Durante su cautiverio la sociedad riojana se manifestó en la prisión de Logroño para pedir por su liberación mientras un contador de días exponía una realidad que invitaba al desánimo. Cuando fue liberado, Ortega Lara pidió un Rioja y este periódico se movilizó para regalarle todo un botellero. Sonríe al recordarlo.
– Otra vez en Logroño. Aquí trabajaba como funcionario de prisiones, ¿qué representa para usted este regreso?
– Encantado de volver. Aquí pasé nueve años de mi vida.
– ¿De qué va a hablar?
– Ni de política ni de geoestrategia. Tan solo son unas puntualizaciones personales relacionadas con la crisis de valores, institucional, social, de Occidente, también de identidad...
– ¿Identidad?
– Sí, hablaré de nuestros orígenes como sociedad, de Grecia, Roma, de la etapa judeo-cristiana y ya más cerca del tiempo vivido posterior a la Segunda Guerra Mundial.
– ¿Dar sentido al '¿qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos'?
– A exponer que estamos inmersos en una etapa nihilista, de gusto por el dinero, el poder e interpretar a dónde vamos y hablar de cuatro claves que entiendo que se están debilitando.
– ¿Que son...?
– Potenciación del principio de ley y autoridad; potenciar las relaciones padres-hijos; dar sentido a las tradiciones y al patriotismo y, en cuarto lugar, la religión, pero no como fin, sino como guía de espiritualidad de las personas, trascender al más allá después de la muerte biológica.
– ¿Cómo le ha ido la vida en estos casi 28 años?
– Pues verá, me siento bien. Llevo una vida sencilla, monacal. Me gusta trabajar la huerta, pasear, leer, viajar para ir a visitar a mis hijos... Me considero una persona más o menos normal.
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