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Julio Arrieta
Jueves, 1 de mayo 2025, 00:44
«Mandar a la mierda es algo muy personal». Lo afirma la psicóloga Alba Cardalda y no se lo discutirá nadie, porque todos nos hemos ... visto alguna vez en la tesitura de tener que mandar a alguien a paseo –por usar una expresión menos escatológica–. Hay muchas formas de hacer esto. «Cada uno tiene que encontrar su estilo propio para hacerlo», añade Cardalda, experta en psicoterapia cognitivo-conductual y en neuropsicología. «Algunas personas prefieren la elegancia, otras usan el sarcasmo y a otras les gusta hacerlo directamente y sin opción a pérdida», explica en su último libro, editado por Vergara, que se titula precisamente 'Cómo mandar a la mierda de forma educada'.
El libro no es un compendio de 283 páginas de frases y expresiones cortantes. Es una explicación de lo que son nuestros límites, cómo gestionarlos y cómo defenderlos. «En el ámbito de la psicología hablamos de límites interpersonales y podríamos definirlos como las reglas y líneas que establecemos en nuestras relaciones para que estas sean sanas». Aunque todos los tenemos, a muchas personas les cuesta mantenerlos, incluso cuando son vulnerados por un amigo, su pareja, en el trabajo...
Es un problema común en el que actúan los miedos a perder una amistad, romper un amor, ser excluido socialmente o tener problemas en el trabajo. Pero establecer límites es esencial para evitar conflictos y proteger la salud mental.
¿Por qué nos cuesta poner y dejar claros nuestros límites? Depende de muchos factores, desde la autoestima y el valor que le damos a lo que los demás consideren de nosotros –que a menudo es excesivo– hasta culturales, que hacen que los asociemos con el egoísmo. O que decir «no» o «hasta aquí hemos llegado», cuando alguien los sobrepasa, nos cause culpa o ansiedad.
En realidad cuando expresamos con claridad lo que queremos en una relación interpersonal, sea del tipo que sea, «lo que estamos haciendo es facilitar a la otra persona el saber cómo actuar con nosotros para que nos sintamos cómodos y seguros». Del mismo modo, «interesarnos por saber cuáles son los límites de la otra persona es una muestra de querer apostar por una relación lo más sana posible». Los límites son también «un acto de respeto para con el otro y para con uno mismo».
De ahí la importancia que Cardalda da a la asertividad, entendida como la habilidad de expresar pensamientos, sentimientos y necesidades de forma honesta.
¿Pero qué pasa cuando alguien no respeta nuestros límites? La experta indica en su libro varias formas de mantenerlos con empatía, evitando actitudes tanto agresivas como pasivas y propone varias estrategias prácticas. Por ejemplo, si nos vemos aguantando comentarios groseros por parte de alguien con quien estamos charlando y queremos cortarlos, recomienda pausar un segundo la conversación, mantener el contacto visual para no mostrar debilidad ni sumisión y responder con calma usando frases asertivas.
Pero a veces no queda más remedio que ir más allá. «Hay ocasiones en las que el sufrimiento sí ha sido causado a voluntad y con alevosía por parte de manipuladores, abusadores y maltratadores de todo tipo. Ante este escenario, no son necesarias tantas consideraciones», aconseja Cardalda. «Así que podemos enviarlos, sin ningún tipo de remordimientos, a la mierda», anima.
Aunque hay personas que no tienen problemas a la hora de dar este paso y enviar a paseo «a quienes les molestan, increpan o incomodan, la gran mayoría de nosotros nos situamos en el extremo opuesto. Aguantamos carros y carretas».Es un error. Hay que enviar a paseo a quien nos hiere. «Podemos usar uno u otro estilo. Lo que sí es cierto es que cuantos más recursos tengamos, más expertos seremos en este sutil arte».
Según nuestro estilo, podemos ser directísimos – «¡a la mierda!»– Pero también podemos ser ocurrentes o sarcásticos. Cardalda sugiere unas cuantas frases: «Te devuelvo tu nariz.Se había metido en mis asuntos»; «Me parece que tienes el sistema digestivo invertido»; «Parece que te cortaron verde»; «Hablar con la boca llena es feo, pero con la cabeza vacía es peor»; «Espero que el resto de tu día sea tan agradable como tú».
En fin, «dejen volar su imaginación», aconseja la psicóloga. Ysobre todo, recordemos que esto «no es un ataque, sino autodefensa emocional».
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