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M. Pérez
Sábado, 24 de mayo 2025
«¿Esto podría conducir a algo grande?». La pregunta que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó en su red social el viernes, inmediatamente ... después del inicio del mayor canje de prisioneros entre Rusia y Ucrania, cobra este fin de semana su máximo realismo a base de lágrimas y fuego. Mientras 1.394 soldados y civiles de ambos bandos han recuperado la libertad en las dos primeras fases del proceso entre ayer y el viernes, lo que ha generado cierta sensación de esperanza y la emoción profunda de los reencuentros familiares, los ataques aéreos se han intensificado para recordar a la población que la guerra sigue vigente y desanimar a la comunidad internacional sobre una rápida resolución.
Frente a la alegría de los liberados, Volodímir Zelenski admitió que la madrugada de ayer fue «difícil para toda Ucrania», con un balance total de al menos trece personas fallecidas en varias ciudades del este del país. La ofensiva rusa resultó especialmente relevante tanto por el número de misiles y drones disparados -250 aviones no tripulados y 14 proyectiles balísticos- como por uno de sus principales objetivos: Kiev. La afortunada acción de las defensas antiaéreas y las ametralladoras pesadas de las fuerzas ucranianas tuvieron un papel clave para evitar «una masacre», según las autoridades kievitas. Aun así, ocho misiles hicieron blanco en la ciudad, causaron quince heridos, incendiaron seis edificios y dejaron un vasto rastro de destrucción por el impacto de la metralla. Miles de ciudadanos se echaron a las calles con el miedo pegado a la piel.
Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso informó de que sus aviones y la artillería interceptaron un total de 94 drones ucranianios. Otros superaron la barrera antiaérea y se estrellaron contra una fábrica de baterías en la región de Lipetsk, cerca de la frontera, aparte de provocar daños en cuarenta edificios de Tula y Yelets, donde nueve personas resultaron heridas.
Ucrania ha reconocido que la factoría atacada es uno de sus grandes objetivos ya que concentra la producción de un determinado tipo de baterías utilizadas en bombas aéreas, los temidos cohetes Iskander-M y misiles marítimos de crucero. El Kremlin siente una cólera creciente por el constante hostigamiento que sufre de su enemigo desde el pasado miércoles. Kiev ha disparado casi 800 drones y misiles hacia territorio ruso, en concreto en dirección a Moscú y las regiones del oeste y sur del país, lo que ha obligado a imponer restricciones al tráfico aéreo en veinte ocasiones. El propio miércoles, las autoridades de aviación rusas se vieron forzadas a suspender las operaciones en los cuatro aeropuertos principales de la capital.
Los daños registrados por los ataques de ayer, sobre todo en Kiev, han vuelto a ser numerosos, pero sobre todo ponen de manifiesto que ni la reciente reunión en Estambul de las delegaciones rusa y ucraniana en busca de una solución al conflicto ni el esperanzador canje de prisioneros que tiene lugar este fin de semana son capaces de detener el ciclo constante de ofensivas. El alto el fuego se ve cada vez más lejano en este contexto, tal y como ha denunciado Zelenski, convencido una vez más de que «Rusia no quiere la paz».
Hasta hoy, el intercambio de reos ha permanecido ajeno a los enfrentamientos aéreos y los dos bandos mostraron anoche su confianza en que se completará «con normalidad». Cada uno de ellos dejó libres el viernes a 270 militares y 120 civiles hechos prisioneros durante estos tres años largos de guerra. La operación se repitió ayer a mediodía con la liberación de 614 nuevos prisioneros -307 de cada nacionalidad- en la frontera bielorrusa, donde los dos grupos llegaron en autobuses y luego posaron con las banderas de sus respectivos países. Los soldados heridos y enfermos fueron ingresados en hospitales cercanos y, desde allí, serán trasladados en ambulancia a sus ciudades de origen.
Reintegración a la vida social
De los 2.000 militares y civiles acordados en las negociaciones previas, 1.394 ya son libres y hoy está previsto que concluya el canje con la entrega de los últimos 606 presos. Entre los que han regresado a casa figuran varias mujeres y un grupo de soldados ucranianos capturado el verano pasado en la región rusa de Kursk. Sin embargo, muchos de ellos forman parte de contingentes apresados en 2022 y 2023. Kiev ha anunciado que pondrá a su disposición un equipo de psicólogos y a los servicios sociales para facilitar su reintegración a la vida cotidiana después de la prolongada cautividad en «condiciones penosas y extremas».
Entre estos afectados se encuentra Igor Kuprienko, de la 36ª Brigada Independiente de Ucrania. Es uno de los prisioneros más veteranos. Su familia perdió el contacto con él en abril de 2022, apenas dos meses después de iniciada la invasión y de que Kuprienko fuera movilizado al frente. «En el Día de la Infantería de Marina, después de más de tres años de cautiverio, mi padre finalmente está en casa», ha escrito su hija, Anna Fedirko, en Instagram en un mensaje cargado de emotividad.
Igor ha realizado el mismo camino de vuelta que Mykola, capturado por los rusos en mayo de 2022 tras la caída de la célebre acería Azovstal en Mariúpol. Entonces pesaba 112 kilos y ahora regresa con 65. Su mujer supo que había permanecido interno en dos colonias penitenciarias hasta que en noviembre de 2024 pasó a estar en paradero desconocido. Mykola contrajo la tuberculosis durante su encierro. «Fue duro», cuenta este hombre en su día «muy atlético», antes de afirmar que «solo el deseo de volver a casa nos ha mantenido vivos». Describe al 'Prvada' ucraniano cómo este retorno ha sido «mágico. Nos contaron (los rusos) muchísima propaganda, sobre todo antes de partir. Luego, en el viaje, hemos visto a pueblos enteros saliendo a nuestro encuentro. La gente lloraba, sonreía. Es muy emotivo».
Como la inmensa mayoría de sus compatriotas ucranianos liberados, lo primero que él hizo fue preguntar por cuántos de sus familiares continúan vivos tras los bombardeos rusos. Konstatin logró hablar con su madre. «Hola, ¿cómo estás?», le preguntó. «Prometí que volvería sano. No ha sido culpa mía», se disculpó.
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