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El pontificado de Francisco no se entiende sin lo ocurrido en enero de 2018, cuando al viajar a Chile se encontró las misas que presidió ... sin apenas fieles delante. Los pocos que había por las calles eran algunos feligreses que protestaban contra la podredumbre de la Iglesia local debido al escándalo protagonizado por el sacerdote Fernando Karadima, fallecido en 2021, quien desde una parroquia en un refinado barrio de la capital, Santiago, construyó una red para abusar sexualmente de menores de edad.
Jorge Mario Bergoglio en un primer momento defendió a algún obispo encubridor, pero tras encontrarse con las víctimas reconoció su error, pidió perdón y exigió explicaciones al episcopado chileno. Fue el primer paso de una conversión personal frente a la pederastia eclesial que lo llevó a poner esta dolorosa cuestión en lo más alto de su agenda, con endurecimiento de normas, cercanía a los abusados y mayor transparencia y agilidad en la gestión de los casos. Al nuevo Papa le tocará ahora ahondar en ese camino para hacer frente a esta lacra que abrió una de las peores crisis en la Iglesia católica.
En esa gigantesca tarea, en la que no han faltado errores, Francisco contó con la ayuda del sacerdote catalán Jordi Bertomeu, quien trabaja en la sección del Dicasterio para la Doctrina de la Fe encargada de los 'delicta graviora', los delitos más graves, entre los que están los abusos sexuales. Bertomeu es uno de los 'caza pederastas' del Vaticano, a quien el Papa argentino confió algunas de las más difíciles 'patatas calientes' de su pontificado. Junto al arzobispo de Malta, Charles Scicluna, se encargó de destapar tras aquel controvertido viaje de Francisco la crisis que vivía la Iglesia chilena.
Luego le tocaron otras misiones similares en Paraguay, Bolivia, México y desde inicios de 2023, Perú, donde investigó al Sodalicio de Vida Cristiana, un movimiento católico que Bergoglio suprimió poco antes de morir debido a los escándalos sexuales y económicos en que se vio envuelto tanto su fundador, Luis Fernando Figari, como otros de sus dirigentes.
«El Papa se convirtió en Chile en 2018. Antes, como cualquier obispo de su edad, estaba convencido de que cuando una víctima muchos años después de sufrir los abusos denunciaba era por dinero o para dañar a la Iglesia. Pero después de reunirse con las víctimas de Karadima en su casa, Santa Marta, durante tres tardes consecutivas, comprobó que aquellas personas seguían tan dañadas como el primer día. Antes creía que el escándalo era peor que el abuso, pero entonces se dio cuenta de que la institución nunca está por encima de la persona», explica el sacerdote español, habitualmente esquivo para los medios, en una entrevista con este diario que considera un acto de transparencia y también un homenaje al difunto Papa. La conversación tuvo lugar antes del funeral de Francisco.
Bertomeu tenía una relación estrecha con Bergoglio, iniciada cuando les pidió a Scicluna y a él que viajaran a Chile para investigar a fondo el 'caso Karadima'. «Luego hubo varias misiones públicas de carácter similar en algunos países más y otras privadas», cuenta, destacando que el «gran legado» del fallecido Pontífice fue su «honradez personal, intuición y empatía para entrar en cualquier tragedia personal», lo que le llevó a «reconocer que se había equivocado en Chile al darse cuenta de que había insultado y herido a las víctimas». Por eso «pidió perdón», las recibió en el Vaticano y convocó luego una histórica conferencia con representantes de todos los episcopados del mundo para afrontar la lacra de la pederastia.
«Los primeros cinco años del pontificado de Francisco fueron continuistas con este tema. Consideraba que la normativa existente era suficiente, aunque la mejoró un poco. Pero en Chile se destapó el grave problema del encubrimiento y que hacía falta una nueva legislación en esta materia», explica Bertomeu. El terremoto que significó su visita al país austral le llevó a «abrir los ojos a la realidad compleja del abuso en la Iglesia, que afecta no sólo a los menores, sino también a los adultos vulnerables, y que incluye abusos de todo tipo: de conciencia, espiritual, psicológico y físico». En el fondo todo partía para Bergoglio de un «abuso de poder» debido a una concepción errónea de la gestión de la autoridad. «La clave para entender el problema de los abusos está en el clericalismo y en el elitismo, como dijo Francisco en agosto de 2018. No es tanto un problema de sexo, sino de creerse una élite con unos privilegios».
Bertomeu destaca finalmente cómo Francisco consiguió superar la resistencia de la propia institución eclesiástica, que «siempre tiende a ser corporativista» pero que al final «siguió al Papa». «Está claro que queda mucho por hacer, también en el tema de los abusos, tanto sexuales como de poder, pero los cambios se van dando».
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