Las 490 páginas de la UCO que pulverizan el discurso de Sánchez contra la corrupción, los jueces y los bulos
Los indicios de la década de presuntos ilícitos de Cerdán y que fuera Ábalos quien defendiera la moción de censura dejan al Gobierno sin relato
«Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio», cantaba Joan Manuel Serrat en 'Sinceramente tuyo'. Aún no existe certeza judicial en ... lo que se ha convertido ya en el 'caso Cerdán', pero sí unos indicios lo suficientemente severos como para llenar de contenido presuntamente delictivo los 490 folios del informe de la UCO trasformados en una bomba de racimo para los investigados, el presidente Sánchez y el conjunto del PSOE. Y no hay alivio fácil para el estupor y el desconsuelo que cunde entre aquellos socialistas que creían a pies juntillas no solo en la palabra de su ya carbonizado secretario de Organización de que las trapacerías imputadas primero a Koldo García y después a José Luis Ábalos no iban a alcanzarle a él porque no había nada de nada. También en la integridad de un proyecto político que llegó al poder sobre una inesperada y exitosa moción de censura justificada en la necesidad de echar al PP para regenerar el país tras la condena a la 'trama Gürtel'.
La forzosa dimisión de Cerdán, desnudada su doble vida por la lluvia de páginas de la Guardia Civil que le atribuyen una corrupción política de libro –cobro de mordidas por la concesión de obras públicas–, ha provocado una detonación en cadena que trasciende las ingentes consecuencias en el terreno judicial. La onda expansiva ha dejado de golpe al PSOE sin su número tres, priva a Sánchez del hombre de confianza que venía sosteniendo, mes a meses, el apoyo a Junts a la legislatura en las reuniones en Suiza y birla al Gobierno su doble relato.
Uno, el primigenio, el que cimenta sobre la lucha contra la corrupción los siete años en La Moncloa que acaba de cumplir el presidente. Y otro, el de esta tortuosa legislatura, promovido por él mismo tras su excepcional retiro de los cinco días de abril de hace 14 meses, que achaca todas sus tribulaciones a una conjura de los jueces que rastrean los posibles ilícitos que afectan al entorno personal, partidario e institucional del jefe del Ejecutivo y a la extensión de «los bulos» propagados por la derecha y la ultraderecha con el altavoz multiplicador de «la fachosfera». Y todo ello aderezado en las últimas semanas –a raíz de la filtración de los wasaps entre Sánchez y Ábalos y de los audios de la señalada como 'fontanera' de Ferraz, Leire Díez –con un cuestionamiento de la actuación de la UCO y el aire insuflado a la hipotética existencia de una Guardia Civil «patriótica» orientada al objetivo de derribar al presidente.
La imputación de Ábalos ya había disparado un torpedo a la línea de flotación del argumentario sobre el que Sánchez construyó su fulgurante llegada a La Moncloa en junio de 2018. Porque había sido, precisamente, su entonces mano derecha en el partido y futuro responsable del cuantioso presupuesto del Ministerio de Fomento –después Transportes– el elegido para defender en la tribuna del Congreso la pertinencia de la moción de censura para desalojar a Mariano Rajoy, hostigado por la pegajosa sombra de la Gürtel.
«La presunción del delito»
«Hemos vivido en la presunción del delito y en la presunción de la inocencia», proclamó Ábalos ante el hemiciclo en un campanudo discurso de 42 minutos que ha acabado resonando profético pero para desgracia de los suyos. El combate contra el «hedor» de la corrupción fue también el hilo conductor de la intervención del candidato Sánchez, que tildó los ilícitos florecidos en las alcantarillas del poder como «un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país»; aseveró que la contaminación del PP por la cadena de irregularidades provocaba «bochorno, incredulidad e indignación»; y exigió a Rajoy que asumiera «responsabilidades» dimitiendo antes de que él forzara su salida. Semanas antes, Sánchez había advertido al presidente de que sin Presupuestos no cabía seguir gobernando y le había requerido que, cuando menos, se sometiera a una cuestión de confianza. Hoy se sabe, leyendo el dossier de la UCO, que para cuando Sánchez enfiló a Moncloa el dúo Cerdán-Koldo ya habría emprendido sus andanzas por el lado oscuro de la política.
El juego de espejos no es mimético porque estas miserias se encuentran aún en fase de instrucción y la 'trama Gürtel' terminó condenada en los tribunales. Pero, por asociación, en su comparecencia en Ferraz del jueves tras la renuncia a la que obligó a su hombre de confianza, Sánchez no asumió ninguna responsabilidad en primera persona, no adelantó las elecciones –sigue, además de todo, sin Presupuestos– y descartó arriesgarse a una cuestión de confianza dada su titubeante mayoría. Sí pidió perdón, hasta ocho veces. Rajoy lo hizo en su día y él, entonces, replicó que con eso «no basta».
El 'reventón Cerdán' ha puesto en solfa también el socarrón «¡Vaya inventada!» con el que el presidente salió al paso de las acusaciones de Víctor de Aldama. Como la progresión de las causas que lo salpican –están ya procesados su hermano y el fiscal general– contravienen las dudas sembradas sobre la Guardia Civil y los jueces instructores. Y como adquiere una nueva luz que fuera Cerdán el encargado de atar con Carles Puigdemont una investidura que, según la investigación de la UCO, tenía tras de sí para el diputado navarro la continuidad de una vía ilegal de enriquecimiento.
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