Esprint histórico que se queda corto

Al margen de disputar o no el certamen continental, la temporada franjivina dejó muy buen sabor de boca en la afición. Y el triunfo final ante el Ademar en el último suspiro y frente a cerca de 2.000 personas -sobre todo muchos niños- ayudó mucho a que el final fueran todo sonrisas.

Sin embargo, no arrancó bien el equipo riojano la temporada, que ya comenzó coja con la baja de Kristof Palasics, que se marchó al Benfica de Jota González, por decisión del Veszprem húngaro. Tampoco pudo jugar hasta noviembre Martí Soler, operado de menisco en verano y que en Navidad haría las maletas para marcharse al Melsungen. Dos contratiempos con los que tuvo que navegar el Ciudad de Logroño, que fichó como sustituto del portero magiar al argelino Salim Mezaza, que no pudo nunca integrarse bien al grupo. También llegaron Andrej Pergel, uno de los mejores de esta temporada, Oriol Zarzuela y Luis Juárez, un gran proyecto de jugador pero al que todavía le queda rodaje.

El curso arrancó con derrota en casa frente al Torrelavega (26-28) en un encuentro que los de Velasco repitieron los mismos errores del curso anterior: no saber matar el partido a tiempo. Sobre la hora y con un gol de Preciado ganó el equipo franjivino en casa del Cangas. Tras la derrota Nava (30-31) a trece segundos del final, el equipo franjivino comenzó una dinámica extraña: ganaba un partido, perdía el siguiente, y así hasta el empate (40-40) logrado en Huerta del Rey ante una de las revelaciones, el Atlético Valladolid.

A partir de entonces, el bloque riojano encadenó cuatro derrotas consecutivas, alguna de ellas muy dolorosa. Cuenca, Puente Genil, Villa de Aranda y el Barcelona fueron los verdugos de un Ciudad de Logroño que no daba con la tecla. Ya en diciembre, los de Velasco derrotaron a un Huesca que estaba en una situación similar y cayeron frente al Bidasoa en el Palacio (29-31). Esos dos goles acabaron siendo decisivos para que el club riojano no se hiciera con la cuarta plaza en el 'goal average'.

Ese diciembre marcó un antes y un después del equipo logroñés. El vestuario se reunió y se conjuró. A partir de entonces, los riojanos volaron. La demostración más fiel fueron las goleadas sobre el Ademar en León (30-38) en el último encuentro de la primera vuelta, y frente al Torrelavega (28-41) en el inicio de la segunda. Despegaba el equipo riojano hacia la pelea por las plazas europeas.

El equipo ganó confianza, el ataque se nutrió de una fluidez antes ausente; la defensa se activó y Xoan Ledo empezó a demostrar la enorme calidad que atesora. Un portero que acabó la Liga Asobal con el mayor número de paradas (367), casi noventa más que el siguiente, Pau Guitart, con 280 intervenciones.

Salvo el ajustado empate en casa del Nava (32-32), equipo que a partir de entonces se empezó a deshinchar, los riojanos sumaron algunas victorias -Cangas de Morrazo y Guadalajara- y en su mejor momento visitaron al Granollers. El partido fue dominado por los de Velasco pero en los minutos finales los vallesanos equilibraron las cosas y en el último segundo Pablo Urdangarin logró la victoria local (28-27). La única mancha en el expediente del cuadro franjivino, porque desde aquel 9 de marzo los logroñeses no iban a volver a conocer la derrota en todo lo que restaba de liga -y de Copa, donde dejaba atrás al Cuenca en El Sargal-.

La colección de triunfos comenzó en Pamplona contra el Anaitasuna (27-30). Le seguirían las victorias contra el Atlético Valladolid (34-27); Cuenca (38-26); Puente Genil (26-28) y Villa de Aranda (36-30).

Llegaba la visita al Palau Blaugrana. Nadie era muy optimista salvo el equipo riojano, que se trajo un valioso empate (37-37) antes del esprint final frente al Huesca (27-25), el Bidasoa en Artaleku (29-30) y contra el Ademar el domingo.

Es una de las mejores segundas vueltas de la historia del club en una temporada que se recordará por ser la última de uno de sus fundadores, Ángel Rituerto, como presidente. Ahora es el turno de Luis Medrano, que llega con ilusión y muchas ideas.